No puedo romper algo que no ha estado en mis manos, como el hielo. El hielo que te cubre en capas, el que se derrite con pedradas suaves pero sonoras, a veces con cadencia melodiosa y otras con el ritmo de un flechazo. De entre las capas sobresale el jade, que te obsequia la vista y se obsequia a si mismo a los demás, cuando te ven. Es ese matiz que regalas, el que me despista, me manda a la alfombra o al banco; esperando la luz de la pantalla, como si fuera un fantasma.
Un fantasma que me visita en lo fortuito y en lo inesperado, y yo. Yo, un hombre en su búsqueda de lo intocable. Tú, una mujer que pidió inspiración cuando al mismo tiempo me la da. Una mujer que me transmite las palabras que no saldrían a dar su paseo por el papel, sin compañía del jade de tus ojos en la memoria de los míos.
Quiero romper todo el hielo, el que atrapa miedos y destinos mal soñados. Quiero romper cada barrera, en un tiempo nuestro que no siga relojes o días. Quiero dormir en tu jade que me mira, en lo incorpóreo de las conversaciones; dormir no de cansancio, de gusto… Encontrarte por casualidad en la pantalla.
¿Qué tan imposible sería que te transfiguraras a mi realidad, a mi espacio y tiempo, si ya lo haces en mi mente?
-Adrián Martínez