Hay algunas personas a las cuales la sola idea de
un mundo yéndose por el espiral indomable del apocalipsis, entre cantos de
humanoides emplumados y trompetas de oro; les resulta una probadita de cielo.
Para otras, esto no es más que lo que les podría ofrecer un queso crema. Hay
algunas personas a las que les resulta orgásmico el pensar en cambios místicos,
refiriéndose al advenimiento de una edad de claridad y paz, predichos por
culturas a las que realmente solo les importaba la guerra y tener cultivos para
no morir de hambre. Algunas otras, quisieran simplemente un cambio en el
temporal, un poco de lluvia para no morir en la pobreza extrema.
Algunos ancianos leen los periódicos cada mañana
en la plaza principal, para recordarse a si mismos, todo lo buena y
significativa que fue su juventud comparada con las frivolidades de sus nietos.
Hay otros que leen las noticias esperando encontrarse con que alguien haya
inventado la manera de volver en el tiempo, para poder evitarse el estar ahí
sentados, solos y decepcionados.
La mayoría de los adolescentes han visto demasiadas películas sobre invasiones extraterrestres, villanos celebérrimos, desastres naturales y gente que los sobrevive milagrosamente, holocaustos caníbales de muertos en vida, vampiros de ultraderecha, etc. Tanto qué el hecho de que el mundo pueda terminar de alguna de esas maneras, les resulta inmensamente divertido. A otros les da por ver películas sobre drogadictos sin remedio y personas socialmente disfuncionales, sin importarles realmente que el veintiuno de diciembre del dos mil doce se acerca, porque saben que aunque son menos fantásticas, son mucho más cercanas a lo que podría ser el fin -o fracaso- que tendrían sus vidas de por sí ya desencajadas.
La mayoría de los adolescentes han visto demasiadas películas sobre invasiones extraterrestres, villanos celebérrimos, desastres naturales y gente que los sobrevive milagrosamente, holocaustos caníbales de muertos en vida, vampiros de ultraderecha, etc. Tanto qué el hecho de que el mundo pueda terminar de alguna de esas maneras, les resulta inmensamente divertido. A otros les da por ver películas sobre drogadictos sin remedio y personas socialmente disfuncionales, sin importarles realmente que el veintiuno de diciembre del dos mil doce se acerca, porque saben que aunque son menos fantásticas, son mucho más cercanas a lo que podría ser el fin -o fracaso- que tendrían sus vidas de por sí ya desencajadas.
Hay mujeres que se enfrascan en encarnizadas
luchas sin sentido, contra enemigos que no existen, porque creen que merecen
ganarse todo en este mundo por el simple hecho de existir y tener la capacidad
de dar a luz. Que este año debería ser el cambio al poder de las mujeres y al
protagonismo que ellas mismas dicen no han tenido. Hay otras tantas que se dan
cuenta que el tomarse los dogmas de la sociedad occidental tan personalmente es
directamente proporcional al machismo al cual odian.
Hay hombres que se esfuerzan cada día por
demostrarle al mundo que hemos sido una mierda durante miles de años. Que los
mitos de la antigüedad, las leyendas urbanas, prejuicios y barreras que impiden
que la humanidad avance solamente siguen ahí porque se los permitimos. Hombres
que en el fondo temen no poder hacer suficiente para cambiar al mundo y que
todo lo que han logrado podría convertirse en anécdotas de un anciano leyendo
un periódico por la mañana totalmente solo, un grupo de jóvenes saboteando las
calles en desesperación por una fecha mediatizada como el fin de los tiempos,
niños riéndose de imágenes -reales- de guerra porque se parecen a la película o
el videojuego de ayer, mujeres y hombres aborreciéndose al competir
constantemente para ser la punta de la pirámide.
Algunos hombres saben que nunca cambiarán al
mundo, y que aunque ellos den todo lo grandioso o insignificante que pudieran
siendo una botella de refresco de cola en el basurero que es el mundo, todas
esas cosas ya están sucediendo sin ser el fin del mismo. Algunos hombres saben
que el fin del mundo fue ayer, hoy y siempre. Algunos hombres solo quisieran
ver el circo del espacio tiempo caer. Algunos hombres solo quieren ver el mundo
quemarse. Algunos hombres solo esperan el día en que por fin puedan decir:
¡Feliz fin del mundo!
Martínez, Adrián (2012). "Algunos hombres sólo quieren ver el mundo quemarse". En El Fanzine del Cerdo Violeta No. 1. Enero. Apocalipsis ¿Ahora? León, México, p. 20.
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