Es el tema más sonado, más comentado, más debatido; el amor.
Pero detrás de esa palabra ¿Qué hay? ¿Habrá acaso un sistema, símbolos claros e
inequívocos para tratarlo? En realidad no es tan complicado como parece, si
dejamos de lado la cursilería, el romanticismo, y el apego personal al tema.
Hay que tratarlo como tratamos a la política… Bueno, eso tampoco ayuda mucho
¿no? Pensemos entonces que tratamos el ritual de apareamiento de alguna especie
animal, preferentemente un mamífero como nosotros. Hay que dejar de lado que
sabemos que existe una ética y una racionalización humana porque de eso hablaré
más al rato. Lo primero que encontraremos para analizar es una polaridad
evidente entre géneros, más específicamente en lo que estos buscan en el otro.
En una especie patriarcal como la humana, el macho buscará a una hembra fértil
(el concepto de fertilidad se mantiene, sólo el canon estético es el que
cambia), que se adhiera al hombre en el sentido de realizar las actividades que
permitan al macho hacer las suyas, un apoyo, es decir; busca a una mujer que lo
haga sentirse hombre. Esto último se repite a la inversa, la hembra busca un
macho que la haga sentirse hembra, pero que también represente la mejor carga
genética, esa fuerza de sobrevivencia y sí, también incluye al intelecto. Se
tiene la idea de que las primeras humanas buscaban solo al hombre más hábil o
más fuerte, sin embargo, la teoría no diría que estamos dejando fuera, y
menospreciando el intelecto de estos hombres, que tenían que tener todo lo
posible; fuerza, creatividad, intelecto, salud, etc. Se tiende a pensar que los
hombres muy “inteligentes” que tienen poca suerte con las damas son victimas de
injusticias, y que su valor en conocimientos los cualifica para tener a una
dama atractiva, etc. Sin embargo, esto no es más que un concepto superficial
aplicado de nuevo, a la inversa; una suerte de discrepancia positiva que no
demuestra inteligencia, sino una necesidad de urgencia. Los conocimientos no
hacen al intelecto, es la astucia, la audacia, la creatividad lo que lo hace.
Es por eso que un hombre astuto con mucha frecuencia también es un hombre que
hace reír a las mujeres, y que juega con naipes que son invisibles para ellas,
incluso las hacen jugar sin que se den cuenta del juego o de las reglas. Esta
astucia natural ha sido regularmente lo que lleva al éxito a un hombre, incluso
a veces sin importar que no cumpla con el estereotipo estético de la época. A
veces la perfección no está en el físico, sino en lo saludable del mismo. Es
así que una mujer probablemente no elija estar con un hombre demasiado alto o
musculoso, que difícilmente entre en alguna prenda sin romperla con sus enormes
músculos. Es más probable que elijan a alguien de complexión media. Es aquí
donde tocamos otro de los puntos a analizar, las proporciones y la generalidad
como conquista.
La simetría. Da
Vinci buscó la simetría perfecta en el cuerpo y rostro humano. Hay ciertas
proporciones que nunca cambian, y que se consideran generales; por ejemplo: que
la distancia entre los ojos sea de menos de un tercio del ancho de la cara, que
la distancia entre los ojos y la boca sea de poco más de un tercio de la altura
de la cara, etc. Si tomamos muestras de rostros masculinos y femeninos de cada país
y hacemos un montaje combinando sus facciones imperfectas y no tan simétricas
obtenemos la imagen de un individuo que sí tiene estas proporciones
“perfectas”. Si hacemos un estudio encuestando a personas del sexo
correspondiente para que nos digan si la imagen del rostro genérico generado
les parece atractivo nos dirán en su mayoría que sí, pero también encontraremos
la expectativa de que sea una persona “aburrida”. La perfección nos atrae, pero
al alcanzarla tendemos a despreciarla.
Volviendo a las
polaridades. Entre decenas de comentarios de hombres encima de 30 años, al
preguntárseles sobre porque no tuvieron suerte entre los 15 y los 30 con las
mujeres, podemos sacar algunas conclusiones, una especie de tratado de la
conciencia amorosa femenina que según estos mismos aplica al menos para el 90%
de las mujeres: Antes de los treinta, las mujeres escogen; escogen hombres que
las hagan vivir emociones porque en esta época todo es circunstancial y
emocional para ellas, la lógica y el porvenir no les preocupa. Son meramente
instintivas. Pero la polaridad en este tren de pensamiento cambia a partir de
los treinta, cuando el macho antes beta, ahora le ofrece a la hembra las
necesidades que dejaba de lado antes. El macho antes beta debería haber
aprovechado en teoría su fracaso con las mujeres en esa primera etapa
preocupándose por mejorar su propia vida y quizás hasta llegando a olvidarse de
esa meta de tener a una mujer. Es entonces cuando éstas llegan finalmente a él.
Aquí es dónde empieza la era del hombre. Él escoge, el tiene el control, y al
final se da cuenta de que no necesita de una mujer para sentirse hombre.
Hay que dejar
claro que no todas las parejas, ni todas las mujeres u hombres pasan por esto
al pie de la letra, hay un pequeño porcentaje que está realmente consciente de
esto, y no deja el instinto o la tradición les domine los sentimientos; el amor
podrá ser una locura pero incluso en la locura hay un poco de razón.
Por: Martínez, Adrián. Mayo 2012. Extracto de "La termodinámica del eros for dummies".
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