martes, 28 de septiembre de 2010

Los billetes de tres pesos en la calle sin pavimentar (identidad cultural mexicana) By Adrián Martínez

¿Cómo profundizar sobre la identidad cultural mexicana? Para hacer esto, fui adentrándome en los textos alusivos a la temática, los cuales me fueron proporcionados. Inmediatamente, e incluso antes de empezar este curso me he dado cuenta de que para conocer al mexicano, a México; se necesita desnudarlo sin piedad para explicarnos el por qué de tantas cosas tan cotidianas y tan empotradas en la madera nacional. Vivo esta temática día a día, salta a mi cabeza como aceite de un comal; la vivo en pláticas domingueras, en momentos de ocio al ver el noticiero, en pleno bicentenario de México. Salta también el hecho de que la cultura en México se aprende de vestigios de dogmas y verdades arraigadas en el ser, sin conocer siquiera el proceso por las cuales quedan adscritas al sentir de tan enorme territorio y población.

Imaginariamente se practica un europeísmo, tan falso como un billete de tres pesos, que se practica por elites y se sigue al más puro estilo de una relación pastoral-ganadera. En lo profundo, ya sea de la selva Lacandona o de un suburbio de clase media-baja del centro del país; se puede encontrar la otra cara de la moneda, una ilusión, que ya no nos pertenece, que ha llegado a ser peligrosa (pregúntenle a Zedillo) y revolucionaria, que pugna por culturas ancestrales que ya nunca podremos revivir. Si bien una pequeña fracción queda en lo profundo, queriéndoselo sacar del pecho para aporrearnos con sus ideales, nuestras fracciones restantes hacen gala de apatía, la cual, al llegar a mostrar una comodidad que satisface a la imagen, deja que el río lo lleve por rápidos y no trata de ponerse a salvo en la orilla, hasta que un salto de agua está cerca.

En mi visión personal, la cultura en México se comporta de una forma muy particular, que se deslinda de las raíces y se guía por la costumbre, que fue hecha de forma casi natural y tan sutil en su evolución, un ejemplo de esto son algunas tradiciones como el combate de rosas del 16 de septiembre, del cuál aparentemente nadie sabe como es que empezó y por qué es un combate; sin embargo también hay por el contrario, grandes destellos de cambio cultural, cómo la revolución, el “boom” literario, el periodo del “milagro mexicano”, y, la revolución sexual y urbana en la segunda mitad del siglo XX, que por su propio ímpetu quedaron también clavados y hoy forman parte del acontecer mexicano diario. Se forma a base de fuerza y sobrevivir el día a día en un país joven que se construye sobre, y no tanto con, influencias impuestas o marcadas. Un gran crisol de las razas, y, resultado de intervenciones y flamantes intentos de copiar modelos exitosos.

Vuelvo al tema de la sobrevivencia porque viene a la mente la película “Los poetas campesinos”, que, para mí, podría ser uno de los tantos cuentos sobre la vida campesina que hacía Juan Rulfo (uno de mis escritores mexicanos favoritos). Fue impactante en cierto modo el ver a tantos niños viendo un espectáculo circense de trapecios y una representación teatral al aire libre, floreciente de rimas y acompañada por un músicos de rancho; en lo que a mi parecer era un lugar desolado en forma natural y aún así poseedor de mucha riqueza cultural, una cultura sobreviviente, luchona, que invita a jugar con ella, entrar en el juego de encontrar la realidad terrible del país que da un paso adelante y uno hacia atrás, y aún así encontrar una luz en ello y hallarlo entretenido. Y es que el entretenimiento es algo fundamental del mexicano. Muchas veces he sido testigo de actos de controversia en los medios, usados para “distraer”, distraer la atención de las masas y mantenerlas descontentas pero entretenidas, y mientras estén entretenidas en alguna noticia o escándalo, o en un evento masivo súper-publicitado; se puede tener a la masa en cierta tranquilidad. Viéndolo de otra manera, mucho menos entintada de conspiracionismo y política, el pueblo mexicano en su expresión cultural, en su carácter fundamental, es un pueblo pícaro, sonriente, que gusta de las ironías y de reírse de la desgracia (uniéndose también en ella), que es religioso en el pedir de derechos y ateo en el cumplir de obligaciones, que está profundamente ligado a un sentimiento maternal e irónicamente también a una actitud que suele llevar el estandarte del “valemadrismo”, cuando todo ha salido mal o se ha vuelto agobiante; es también aquella gala de apatía de la que hablaba casi al comienzo de este ensayo.

¿Cómo separar civilización de cultura? Esto es en realidad sencillo, a mi parecer no somos (como pueblo) una civilización, sino parte de una que, se ha transformado de los modelos antiguos de civilización delimitados por tener un lugar y desarrollo bastante especifico y diferente de otros grupos humanos de su tiempo, a una civilización que ha surgido de la situación temporal en la que vive el mundo, la era moderna, el siglo XXI, el no tener fronteras de comunicación e intercambio cultural, la globalización en auge es la civilización de la que es parte México, querer salir de esto es como querer escapar de un agujero negro. Por otro lado, la cultura mexicana es también a mi parecer, aunque muy brillante en el sentido de que se distingue fácilmente en cualquier parte del mundo; una parte de la macro cultura que está creando nuestra civilización actual. Incluso dentro del país hay regiones que tienen micro culturas propias muy diferentes a las de otros extremos del país pero que de una forma extraña se entrelazan como hilos en una prenda fina, o mejor dicho, de un costal con 120 millones de personas dentro. Esto último contrasta con otras naciones, que con mucha menor extensión tienen culturas muy fijas y que no varían mucho realmente de un extremo a otro de la misma, o también está el ejemplo de países muy grandes, mucho más que México que también tienen culturas muy homogéneas y sólidas, como la china y la hindú.

Para finalizar quiero puntualizar el etnocentrismo del que a veces queremos ser presa, nos vanagloriamos de héroes y eventos que no conocemos, de victorias efímeras y salidas milagrosas de estancamientos sexenales. Pensamos y apreciamos nacionalistamente símbolos dogmaticos que ya no pertenecen a nuestra generación y en vez de estudiarlos nos los ponemos como pulseras, colguijes y camisetas. Nos burlamos de nosotros mismos pero nos alienamos en países vecinos, sin pensar en consecuencias. Somos producto de un ente que tiene vida propia, pasajeros en un barco cuando podemos ser quienes lo lleven a tierra firme, porque a veces creo en que este pueblo, esta cultura se pasa el tiempo flotando en el éter con sueños de imponer bayonetas con punta de chiles jalapeños en un estadio de futbol cada cuatro años. Ha habido tanta sublimación de ideas, y tanto aterrice de alucinaciones que no se ve un rumbo, y no es que alguna vez se haya visto, eso también es parte interesante del estudio de nuestra cultura e idiosincrasia. Y lo que he mencionado a lo largo de estos seis párrafos de reflexión es eso, que la cultura mexicana no tiene un aparente principio ni fin; ni ritmo fijo, ni línea que seguir, simplemente es y será, por su propia voluntad de cuando se le de la gana, espontanea y muy original, como una planta que súbitamente crece donde encuentre tierra, aunque sea una calle sin pavimentar de una de las ciudades más grandes del país.

-Adrián M.

Originalmente para la clase de cultura, 23 de septiembre, 2010.

La manzana se me fue en el D'Lorean

Nuestro ticket se esfumó en un paso peatonal tormentoso, 5 días dentro de 4 meses fueron suficientes para convertir la comedia romántica en un thriller de suspenso. Sómos dos gusanos en la manzana que es la nada, delirándonos, preocupándonos con la posibilidad del éxito... así es que fingimos no entender, fingimos no haber sabido nada y dejarlo todo en la perpetua pero disfrazada comodidad viviendo como parásito en nuestra mente, como nosotros, parásitos de la manzana que es el mundo; como siendo nosotros nuestras propias dudas. Siempre regresando un momento en el D'Lorean para ver si hay alguna temática nueva, algún día intermedio que se pueda convertir en material de fotografía, algo que merezca durar más que la manzana. Nueva fase sin tu verde, sin el complejo por el cabello desaliñado, con el complejo por el iris felino y la melena como arbusto, con la ambigüedad siendo puesta en estandarte por todos lugares y con el tick tack continuo para tropezarme de nuevo con la manzana.

-Adrián M.


Escrito originalmente el 15 de junio de este año.