domingo, 9 de diciembre de 2012

Donde hay una iglesia hay un balón

Los caminos de ésta ciudad están pavimentados de glorias pasadas, de castigos y segregaciones, de un estereotipo que nos han cargado desde a guerra cristera. Y por un buen tiempo, al menos nuestros cuereros tenían la dicha de regodearse en su gran equipo, ganón, luchón, con figuras casi míticas. Casi al mismo tiempo en el que todos dejaron de voltear a la capital del calzado, como la cuarta grande de México; el equipo esmeralda dejó el circuito cuasi-legendario del corrupto fútbol mexicano.

Similar al mito del éxodo judío, León siguió lo que parecía ser una profecía. Diez años, en cualquier conversación dominguera se mencionaba el regreso a la liga prometida ¿No era risible el pensar que esa imagen de Benedicto XVI lanzando su bendición al Nou Camp, acabaría con la maldición?

Bueno, pasó. Y desde aquel milagro institucional del ascenso hay que resguardarse. Ya saben, meterse al búnker que uno no tiene y esperar a que pase la tormenta cuando esos colores verdes van gritando por la avenida principal. Vitorean y se pitorrean en su victoria, y hacen lo mismo en la derrota, pero añaden a la receta una forma de hooliganismo barato que fastidia más de lo que destruye en la catarsis de sus frustraciones. Y no es que no pueda entender las pasiones que mueven a las hordas, pero es que yo nunca podré sentirme parte de una cruzada como ésta.

Y claro, lo admito ¿A quién no le interesa de tanto en tanto jugar y cocerse al sol del domingo? O ¿Quién se negaría ante la excusa perfecta que proporciona un juego para emborracharse? Pero entregarse religiosamente a la defensa de un color y una institución viciada, es repito, un acto digno de caballeros templarios durante las cruzadas.

Y ya quiero ver a Matosas crucificado, muriendo también por sus adeptos, para salvarnos a todos del mal fútbol y llevarnos entre trompetas y colgados de redes de portería, hasta lo más alto del balompíe mundial. Ya quiero ver, porque desde aquel día pareciera que todos estamos cegados ante el espejismo del juego. mientras los semidioses que traemos de Colombia se consiguen damas de compañía y se emborrachan en fiestas un día antes de los partidos importantes. Eso lo vi. 

Y es entonces que ya no sé si quiero ver fútbol, o si no lo veo por las mismas razones por las que no entro a una iglesia desde hace años.


Por: Martínez, Adrián (2012). Publicado originalmente en El Fanzine del Cerdo Violeta No. 3. Octubre 2012. Santa Maradona ruega por nosotros. León, México, pp. 13.

domingo, 2 de diciembre de 2012

La poesía inicial - Salvador Elizondo.

La poesía inicial (fragmento de una entrevista a Salvador Elizondo para el INBA)

― Como escritor, se inició en la poesía, publicó poco (Poemas, edición privada, 19 60), casi nada, pero en una entrevista que le hizo Marco Antonio Campos le respondió al respecto que le interesaba más la poesía que estaba por hacer, la que preparaba, que la realizada en el pasado. ¿Qué ha pasado con eso?
―Nada. Se va juntando. La tengo en el cuaderno. Creo que uno de los peores males que puede haber es la difusión de la poesía. Convertir a la poesía en una cosa de consumo necesario para la gente. La poesía no se puede hacer para publicarse. Escribir la poesía que el público quiere no funciona. El poeta tiene que retirarse completamente. Hay un público de poesía, pero ¡no debe haberlo! Debe haber pequeñas camarillas de gustadores de poesía. Que cada quien escriba como se le da su gana. No hay conciencia de la condición de poeta, se conocen más que por lo que publican que por lo que hacen. Y todo lo que hacen no está a la altura de ser publicado tan efusivamente. Cuántos libros de poesía salen a la semana en México. No sé, fácilmente diez. De esos chiquitos de la UAM y la UNAM.

― Se publica para comunicar, como testimonio de la constancia y también porque se aspira a vivir de la literatura algún día... ¿esa aspiración es inútil?
―Nadie lo ha conseguido jamás. Ahora leo los ensayos de Valery sobre Mallarmé, y ahí lo dice. Hay un ensayo sobre el simbolismo: "¿Qué es el simbolismo?, se pregunta. Nada, se responde, es una denominación puesta a posteriori para todos los poetas de una época, que no tienen identidad alguna entre ellos, cada quien escribe como quiere. Lo único común entre ellos es que dijeron: no nos interesa escribir para el público. Todos los poetas de Francia, desde Baudelaire hasta Valery, se desinteresaron por el público. Y aquí, hoy, lo único que les interesa es el público. No hay un sólo caso, en la historia del universo, de un poeta que haya podido vivir de la poesía. Cite un caso...¡vivir...! los ha habido muy ricos...

― Neruda...
― ¡Nooo!, Neruda era un empleado diplomático, que tenía organizaciones detrás de él, el partido comunista. Los poemas que escribe Neruda para el público, como es el Canto general ya a nadie le interesan, no tienen siquiera el asomo de la verdadera poesía. Pero eso también lo dice Valery a propósito de Mallarmé. En su tiempo nadie conocía, nadie le hacía caso a Mallarmé, porque Mallarmé tampoco quería que le hicieran caso, lo que deseaba era estar en su casa, solo, escribiendo sus poemas. Treinta años después de su muerte fue el que más libros vendió, pero él vivió dando clases de inglés toda su vida.

― ¿A qué atribuye que haya un público para la poesía?
―A un snobismo... ¡no puede haber tanto público para la poesía!, a no ser que sean poemas populares realmente, pero pues eso no es poesía ¿no?

― Pero hay un público fascinado...
― Pero es una fascinación inducida por snobismo... por snobismo...

― Abundan los declamadores en las fiestas...
― Antes era una profesión rara: y qué declaman, si los poemas ahora ya no son para declamarse. Quién escribe poemas para que se declamen. Quién puede declamar Muerte sin fin. Compare la propia lectura que hace Gorostiza de su poema con la que hacen los actores en televisión o donde sea... cuando la lee Gorostiza se entiende perfectamente, cuando la lee otro es cuando uno empieza a no entender nada.

― Ha habido muchos intentos de llevar la poesía al teatro...
― No, la poesía no se puede llevar a ninguna parte. (Risas). Lo que pasa es que en México la cultura misma se ha vuelto un bien de consumo. Está en los supermercados, es ahí donde venden los libros que contienen las obras de Da Vinci, no sé... te venden todo en el super mercado. Ahí compra uno los tratados de filosofía. A Aristóteles lo venden en el mercado, así, chiquito, una selección. ¿Quien compra Aristóteles en el supermercado?: una gente que está mal informada de la cultura en general o que no sepa quien es Aristóteles. Se ha hecho mucho hincapié en la difusión de la cultura. La cultura se difunde sola. Por eso se dice cultura teotihuacana, cultura mexica. Los teotihuacanos ahístán, lo que quedó: las pirámides. Los del renacimiento no decían: nosotros somos los hombres del Renacimiento (Risas). ¿No?. Ahístá. Hoy quieren a fuerza ser hombres del renacimiento, pero conscientes y entonces pasa como con los gases, exactamente la ley de Boyle: "a mayor difusión menor densidad". Llegan muchos libros de poesía hasta la frontera del norte. Los mismos que a mí me llegan semanalmente, muuuchos... claro, en tirajes escasos, son libros delgaditos, no salen libros como Las flores del mal, de ciento cincuenta poemas, geniales todos, ese caso no se da nunca. La poesía es lo más alto que hay, la cúspide del espíritu. Es muy difícil hacerla. Parece fácil.

― ¿No es paradójico, al difusor de la cultura se le considera un profesional?
― Sí (Risas), es el que le quita densidad a la cultura. Es el profesional en hacer volátil la cultura. La difunde (risas)...lo más que puede (risas).


Completo aquí: http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/acervos/index.php/recursos/articulos/entrevistas/1688-elizondo-salvador-entrevista?start=6

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Warnke VS Urquico (Knockout técnico)

Por: Adrián Martínez. 
Publicado originalmente en el blog El Parergón: Crítica y réplica del arte, 3 de nov. del 2012.

Llega un momento en la vida de un chico de 21 años en el que se debe decidir entre una chica que lee, y una que no lee. Entre encontrarla en los vapores alcohólicos de una discoteca o en el moho pulverizado de una edición sesentona de Rayuela. Entre una chica que te dará seguridad y placeres sedentarios o una que te dará emociones circunstanciales y aleatorias.

Un poco menos comunes son los momentos en los que eres un estudiante de periodismo, que se dedica a publicar artículos de reflexión personal en conocidas páginas de opinión estadounidenses que se ven convertidos en sensaciones virales. Y menos aún cuando para tu propia sorpresa, en el hemisferio contrario del planeta una chica hace una réplica silenciosa a tu artículo que se vuelve indispensable en la lectura del tuyo y viceversa.

En el mundo tan personal de los artículos, cualquier réplica, directa o indirecta que llegue a estas instancias mediáticas (aunque el medio se limite a algunos cuántos lectores de blogs) es convertida eventualmente en un duelo de posturas, de golpes certeros y desatinos ridículos. En este sentido, se puede actuar y maniobrar críticamente sobre este tipo de encuentros literarios de la misma forma que se puede actuar como juez en una pelea de box. Juzgando la técnica y el estilo galante o salvaje de los golpes asestados -en este caso argumentos, frases, líneas, etc.- que separan a dos personalidades que se desenvuelven en una misma disciplina y tema, para así saber quién rompe las líneas más delgadas del ejercicio crítico-pugilístico de las letras.

En la esquina azul, periodista, ensayista y poeta con sesenta y nueve kilogramos de peso y veintidós años; directamente desde el área de la bahía de San Francisco, California: ¡Charles Warnke!

En la esquina roja, comunicadora social de cincuenta y ocho kilogramos de peso y veintitrés años; de sangre peruana y desde la lejana tierra de las Filipinas: ¡Rosemarie Urquico!

Antes de la confrontación, sería buena una retrospectiva de este encontronazo literario. El 19 de enero del 2011, Charles publica el artículo llamado “You Should Date An Illiterate Girl” en el portal Thought Catalog. El mismo rápidamente se expande en forma de viñetas en Tumblr y demás blogs. Para mayo del mismo año, llega a ojos de una estudiante de comunicación social de Filipinas, quién en su propio perfil de facebook hace una traducción de éste al español, y publica una versión propia titulada: “Sal con una chica que lee”. Es compartido decenas de veces, hasta ser publicado junto al original –traducido-, el 24 de mayo en el sitio web El Mal Pensante.

A través de los rounds, podemos notar el estilo de cada escritor para defender su resolución a la problemática de las chicas que leen. Urquico se mueve rápidamente, con catorce párrafos breves, inclusive con un par de líneas solitarias que vienen bien y directas, pero quizás demasiado benevolentes. Trata de reivindicar, con cada desliz de su mano, la posición claramente propia de una chica que lee. Nos regala el movimiento de una chica snob, que se enfrasca en el cliché del café de librería, que dice entender a Joyce a la primera leída y que espera ansiosamente una nueva entrega de Murakami; una más de las legiones de modernas de pueblo desesperadas por ser Amelie. Su gran acierto, su gran contraataque es la descripción del chico que busca a una lectora. Alguien que sabe perfectamente como mentir y como usar los diálogos a favor de sus fracasos y desavenencias románticas.

Warnke, se defiende (el ataque es la mejor defensa) en una forma mucho más pesada. Se acoraza de un ritmo constante de oraciones cortas plagadas de referencias exactas del estilo – y ciclo- de vida de un norteamericano común del viejo oeste moderno. Una voraz representación de la placentera pero aburrida vida del sueño americano. Retorciendo términos en sus puños con un humor que pareciera sacado de una buena comedia de situación. Se desplaza de la sugerencia de una vida, a la justificación de porque una lectora solo podría destruir a alguien como él. Deja las oraciones simples para elaborar en el por qué una vida en el purgatorio es mejor que la vida en el infierno que nos daría esa otra mujer. Los golpes más duros al contrincante están dirigidas a lo mismo, la descripción de la persona. Ella, su vocabulario que atrapa, engulle y escupe cualquier diálogo barato; el conocimiento de la sintaxis que le permite predecir el desenvolvimiento de la trama que escriben juntos. En los dos embates finales, revela en la defensa del contrincante dos argumentos decisivos: la chica que ha leído, leído de verdad, con verdadera pasión y dedicación; ha pasado por tantos héroes, tragedias y muertes que poco le importara tu propia partida. Ella es en realidad quién cuenta la historia, y no permitirá que sea de otra manera. Lo hace ella y su Joyce, y su Nabokov, su Wolf, su Plath, su Cortázar y su Aster. Ella te hará ser todo lo que no eres, te narrará de la manera en que le des significado a su nuevo libro. El golpe final es una despedida, no un knockout. El último round se cierra mandando a Urquico a su esquina de vuelta con su entrenador, Hemingway.

Ante el ojo del espectador, ha sido una pelea cerrada, nadie ha caído, se han mantenido en el ring de dos pies, tambaleantes y jadeantes con cada palabra. Pero el jurado tiene que nombrar a un ganador, y en esta pelea es Warnke. Alzamos su mano en línea con la traducción y trabajo de Urquico porque a pesar de que ella ha llegado al encuentro fresca y con carácter de novedad literaria –aún cuando ambos sean novísimos-, es su actitud casual e inacabada la que no le permite ponerse adelante. Su prosa es una caricia que intenta sobornar al contrincante, mientras que la del californiano va a la mandíbula. Va un paso adelante, resuelve y da dos panoramas completos. La filipina resulta en pasajes cursis de una vida ejemplar que no existe, a la que se podría aspirar, curiosamente parecida a la de la vida de sueño americano que describe el periodista.

Más curioso es que al día de hoy, Urquico se ha ‘escondido’, no ha publicado nada más y no hay rastro alguno de ella más que algunos mails publicados en tumblr. Warnke sigue publicando en su propio blog “Punctuate This!”, en Thought Catalog y ha ganado ya el premio de la ciudad para nueva novela, aún sin haberla publicado (en septiembre de 2012). Participa también en las ediciones de Literary Death Match, lecturas en voz alta calificadas por audiencias en San Francisco, donde también ha resultado victorioso.

Habrá que estar atentos, quizás los héroes literarios no vayan en decadencia y veamos algún novato quitarle el cinturón a alguno de los mencionados arriba, por más improbable que parezca.


Pueden leer ambos artículos aquí:
http://elmalpensante.com/print_contenido.php?id=1904

O leer “You Should Date An Illiterate Girl” aquí:
http://thoughtcatalog.com/2011/dont-date-a-girl-who-reads/

Lee también las demás críticas de El Parergón: Crítica y réplica del arte aquí:
http://elparergon.blogspot.mx/

domingo, 21 de octubre de 2012

Los años (Cesare Pavese)



"De lo que era yo entonces no queda nada: apenas hombre, era aún un crío. Lo sabía hacía tiempo, pero todo ocurrió a finales del invierno, una tarde y una mañana. Vivíamos juntos, casi escondidos, en una habitación que daba a una avenida. Silvia me dijo esa noche que tenía que irme, o irse ella: ya no teníamos nada que hacer juntos. Le supliqué que dejara que probásemos de nuevo; estaba acostado a su lado y la abrazaba. Ella me dijo:

-¿Con qué finalidad? -Hablábamos en voz baja, a oscuras.

Luego Silvia se durmió y yo tuve hasta la mañana una rodilla pegada a la suya. Apareció la mañana como había aparecido siempre, y hacía mucho frío; Silvia tenía el pelo sobre los ojos y no se movía. En la penumbra yo miraba pasar el tiempo, sabía que pasaba y corría, y que afuera había niebla. Todo el tiempo que había vivido con Silvia en aquella habitación era como un solo día y una noche, que ahora terminaba por la mañana. Entonces comprendí que nunca volvería a salir conmigo entre la niebla fresca.

Era mejor que me vistiera y me marchase sin despertarla. Pero ahora tenía en la cabeza una cosa que preguntarle. Esperé, intentando adormilarme.

Cuando estuvo despierta, Silvia me sonrió. Seguimos hablando. Ella dijo:

-Es bonito ser sinceros, como nosotros.

-¡Oh, Silvia! -susurré-, ¿qué haré al salir de aquí? ¿Adónde iré?

Era eso lo que tenía que preguntarle. Sin apartar la nuca del almohadón, ella sonrió de nuevo, beatífica.

-Bobo -dijo-, irás a donde quieras. ¿No es hermoso ser libre? Conocerás a muchas chicas, harás todas las cosas que quieras. Te envidio, palabra.

Ahora la mañana llenaba el cuarto y sólo había un poco de calor en la cama. Silvia esperaba paciente.

-Tú eres como una prostituta -le dije- y siempre lo has sido.

Silvia no abrió los ojos.

-¿Estás mejor ahora que lo has dicho? -me dijo.

Entonces me quedé como si ella no estuviera, y miraba al techo y lloraba sin ruido. Las lágrimas me llenaban los ojos y corrían sobre la almohada. No valía la pena que se diera cuenta. Mucho tiempo ha pasado, y ahora sé que aquellas lágrimas mudas fueron la única cosa de hombre que hice con Silvia; sé que lloraba no por ella sino porque había entrevisto mi destino. De lo que era yo entonces no queda nada. Queda sólo que había comprendido quién sería en el futuro.

Luego Silvia me dijo:

-Ya basta. Tengo que levantarme.

Nos levantamos juntos, los dos. No la vi vestirse. Estuve pronto en pie, a la ventana; y miraba vislumbrarse las plantas. Detrás de la niebla estaba el sol, el sol que tantas veces había entibiado el cuarto. También Silvia se vistió pronto, y me preguntó si no me llevaba mis cosas. Le dije que primero quería calentar el café, y encendí el hornillo.

Silvia, sentada al borde de la cama, se puso a arreglarse las uñas. En el pasado se las había arreglado siempre en la mesa. Parecía abstraída y el pelo le caía continuamente sobre los ojos. Entonces daba sacudidas con la cabeza y se liberaba. Yo deambulé por el cuarto y recogí mis cosas. Hice un montón sobre una silla y de repente Silvia saltó en pie y corrió a apagar el café que se derramaba.

Luego saqué la maleta y metí las cosas. Mientras tanto, por dentro me esforzaba por recoger todos los recuerdos desagradables que tenía de Silvia: sus futilidades, sus malos humores, sus frases irritantes, sus arrugas. Eso me llevaba de su cuarto. Lo que dejaba era una niebla.

Cuando hube acabado, el café estaba listo. Lo tomamos de pie, junto al hornillo. Silvia dijo algo, que ese día iría a ver a un tipo, a hablar de un asunto. Poco después dejé la taza y me marché con la maleta. Afuera la niebla y el sol cegaban."

lunes, 15 de octubre de 2012

XVI "Escribir me salvó de todo" - Susana Iglesias

Fue una noche
simplemente me cansé
de todo y todos y todas
hasta de mí.
Mandé todo a la chingada
que es un sitio al que todos vamos algunas veces
feos o guapos
felices o infelices
tontos o listos
me encontré con la nada (maldito Sartré, me engañó, el muy cretino)
sueños rotos
hambre
soledad
escribir me salvó de todo.
Y sabía que no debía intentarlo sin vivir.
Quise pizcar zarzamoras, uvas, tomates, cerezas o fresas
que era lo mejor pagado
pero me tocaron manzanas (odio las manzanas, a la fecha no las como)
todo en las alturas
desde entonces me acompaña el vértigo.

Insolados
rumores de muertos
malas condiciones
¿sabes? escribir me salvó de todo aquello.
Sabía que si no salía del corazón no debía intentarlo siquiera.
Cansados
desgastados
 hombres y mujeres en ruinas
que no debía hacerlo por dinero, ni por reconocimiento, ni perder el tiempo en imitar a los otros, hombres y mujeres de puños grandiosos, de letras impecables, muertos por lo general
sed
dolor muscular
cabeza que estalla
Lloré y reí tanto
en el frío de las calles,
en las estaciones de autobús junto a viejas máquinas de café que
me miraban mudas
en hoteles pulgosos, de sábanas que raspaban mi alma
en las bancas de parque
bajo los puentes
dentro de la interminable noche
soñaba
nunca dejé de soñar
en el tiempo de la aborrecible realidad
me disculpé con la vida
le di la espalda
me compré una pistola.
Te conté tantas veces que ese día empezaron mis días de miseria,
pero te lo contaré una vez más:
El día que tuve una pistola entre mis manos empezaron
mis problemas.
Después de aquella noche odiosa
únicamente salí para comprar vodka barato, hielo, agua quina
comí deperdicios, papas crudas, galletas saladas,
viví noches diferentes a aquellas dónde papá y mamá me dejaban
dormida y me tapaban con aquella frazada que cosió mi abuela
antes de morir.
Enloquecí
maldije
escupí
esperando siempe el final
pero nunca llegó.
En el tiempo de esa realidad que me apuñaló hasta casi
descuartizarme
me disculpé conmigo, arrojé mi pistola al mar
y un hombre me regaló otra de cumpleaños para seguir luchando
contra lo más retorcido que me habita
en este tiempo de tranquilidad aparente
en este tiempo de lagos, vodka helado
en este tiempo de picnics en domingo
y parrandas en lunes[...]


jueves, 11 de octubre de 2012

¿Cómo aprendió a leer Adrián Martínez?


"Mientras en la educación preescolar Adrián pataleaba contra una maestra senil y delusoria, porque ésta no le daba la nota aprobatoria para comprobar oficialmente que ya sabía leer; en su hogar el pequeño Adrián de seis años tomaba sus dos primeros libros: Una enciclopedia de tiburones y otra de ballenas que le habían regalado sus padres dos años atrás.  El padre de Adrián comenzó a mostrarle documentales acerca de la vida animal desde que este comenzó a hablar, por lo que era solo lógico que sus primeros libros siguieran la misma temática.

Posteriormente Adrián siguió leyendo libros y revistas de divulgación científica, pensando en convertirse algún día en paleontólogo o quizás biólogo marino. Alrededor de los ocho años comenzó a leer también revistas de crítica política tales como El chamuco. Aunque quizá este tipo de lecturas no eran apropiadas para el pequeño Adrián, definitivamente le dieron un amplio empujoncito a su aprendizaje. Las lecturas ‘infantiles’ le parecían aburridas -ahora ya no- y después de los diez años y movido por sus relaciones personales tempranas y una fascinación por las dinámicas humanas, comenzó también a escribir. Es aquí donde se hace necesario aprender a leer novela, cuentos, etc. Haciéndose estos finalmente del agrado de Adrián.  Hasta la fecha a sus veintiún años, Adrián sigue aprendiendo a leer con cada nuevo libro que abre, al mismo tiempo que aprende escribir con cada texto que produce."

La polaridad de las relaciones amorosas; el instrumento de la conquista.



    Es el tema más sonado, más comentado, más debatido; el amor. Pero detrás de esa palabra ¿Qué hay? ¿Habrá acaso un sistema, símbolos claros e inequívocos para tratarlo? En realidad no es tan complicado como parece, si dejamos de lado la cursilería, el romanticismo, y el apego personal al tema. Hay que tratarlo como tratamos a la política… Bueno, eso tampoco ayuda mucho ¿no? Pensemos entonces que tratamos el ritual de apareamiento de alguna especie animal, preferentemente un mamífero como nosotros. Hay que dejar de lado que sabemos que existe una ética y una racionalización humana porque de eso hablaré más al rato. Lo primero que encontraremos para analizar es una polaridad evidente entre géneros, más específicamente en lo que estos buscan en el otro. En una especie patriarcal como la humana, el macho buscará a una hembra fértil (el concepto de fertilidad se mantiene, sólo el canon estético es el que cambia), que se adhiera al hombre en el sentido de realizar las actividades que permitan al macho hacer las suyas, un apoyo, es decir; busca a una mujer que lo haga sentirse hombre. Esto último se repite a la inversa, la hembra busca un macho que la haga sentirse hembra, pero que también represente la mejor carga genética, esa fuerza de sobrevivencia y sí, también incluye al intelecto. Se tiene la idea de que las primeras humanas buscaban solo al hombre más hábil o más fuerte, sin embargo, la teoría no diría que estamos dejando fuera, y menospreciando el intelecto de estos hombres, que tenían que tener todo lo posible; fuerza, creatividad, intelecto, salud, etc. Se tiende a pensar que los hombres muy “inteligentes” que tienen poca suerte con las damas son victimas de injusticias, y que su valor en conocimientos los cualifica para tener a una dama atractiva, etc. Sin embargo, esto no es más que un concepto superficial aplicado de nuevo, a la inversa; una suerte de discrepancia positiva que no demuestra inteligencia, sino una necesidad de urgencia. Los conocimientos no hacen al intelecto, es la astucia, la audacia, la creatividad lo que lo hace. Es por eso que un hombre astuto con mucha frecuencia también es un hombre que hace reír a las mujeres, y que juega con naipes que son invisibles para ellas, incluso las hacen jugar sin que se den cuenta del juego o de las reglas. Esta astucia natural ha sido regularmente lo que lleva al éxito a un hombre, incluso a veces sin importar que no cumpla con el estereotipo estético de la época. A veces la perfección no está en el físico, sino en lo saludable del mismo. Es así que una mujer probablemente no elija estar con un hombre demasiado alto o musculoso, que difícilmente entre en alguna prenda sin romperla con sus enormes músculos. Es más probable que elijan a alguien de complexión media. Es aquí donde tocamos otro de los puntos a analizar, las proporciones y la generalidad como conquista.
  
    La simetría. Da Vinci buscó la simetría perfecta en el cuerpo y rostro humano. Hay ciertas proporciones que nunca cambian, y que se consideran generales; por ejemplo: que la distancia entre los ojos sea de menos de un tercio del ancho de la cara, que la distancia entre los ojos y la boca sea de poco más de un tercio de la altura de la cara, etc. Si tomamos muestras de rostros masculinos y femeninos de cada país y hacemos un montaje combinando sus facciones imperfectas y no tan simétricas obtenemos la imagen de un individuo que sí tiene estas proporciones “perfectas”. Si hacemos un estudio encuestando a personas del sexo correspondiente para que nos digan si la imagen del rostro genérico generado les parece atractivo nos dirán en su mayoría que sí, pero también encontraremos la expectativa de que sea una persona “aburrida”. La perfección nos atrae, pero al alcanzarla tendemos a despreciarla.

    Volviendo a las polaridades. Entre decenas de comentarios de hombres encima de 30 años, al preguntárseles sobre porque no tuvieron suerte entre los 15 y los 30 con las mujeres, podemos sacar algunas conclusiones, una especie de tratado de la conciencia amorosa femenina que según estos mismos aplica al menos para el 90% de las mujeres: Antes de los treinta, las mujeres escogen; escogen hombres que las hagan vivir emociones porque en esta época todo es circunstancial y emocional para ellas, la lógica y el porvenir no les preocupa. Son meramente instintivas. Pero la polaridad en este tren de pensamiento cambia a partir de los treinta, cuando el macho antes beta, ahora le ofrece a la hembra las necesidades que dejaba de lado antes. El macho antes beta debería haber aprovechado en teoría su fracaso con las mujeres en esa primera etapa preocupándose por mejorar su propia vida y quizás hasta llegando a olvidarse de esa meta de tener a una mujer. Es entonces cuando éstas llegan finalmente a él. Aquí es dónde empieza la era del hombre. Él escoge, el tiene el control, y al final se da cuenta de que no necesita de una mujer para sentirse hombre.

    Hay que dejar claro que no todas las parejas, ni todas las mujeres u hombres pasan por esto al pie de la letra, hay un pequeño porcentaje que está realmente consciente de esto, y no deja el instinto o la tradición les domine los sentimientos; el amor podrá ser una locura pero incluso en la locura hay un poco de razón. 

Por: Martínez, Adrián. Mayo 2012. Extracto de "La termodinámica del eros for dummies".

martes, 21 de agosto de 2012

Sal con una chica que lee (Por Rosemary Urquico)

Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.

Fuente: http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=1904&pag=1&size=n

Sal con una chica que no lee (Por Charles Warnke)

Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.

Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.

Fuente: http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=1904&pag=1&size=n

Los sueños duran cinco minutos


Ayer te volviste a transfigurar en mi espacio, fantasma de jade. Me oprime el diafragma pensar en esto como el diario abandonado de mi adolescencia. Y digo diario, porque me cuesta demasiado sueño al principio de mis días el pensar en nuestros nueve encuentros, me harta el darme cuenta de mi manía por llevar a la estadística lo nuestro, si es que podemos decir que hay algo nuestro. Yo lo digo, sin mesura, pero me conoces, en el drama y las marejadas de palabras que se apilan en ti. Así fue como te esfumaste la primera vez, apenas hace poco más de un año.

No podrías saber nunca el gusto que me invadió este último sábado en que te encontré, al fin. En extremo parecido al de mi último cumpleaños, pero algo era diferente. La expresión de tu cara al entrar en la sala del bar donde tocarías, fue algo así como "¿Quién demonios es ese tipo?" y la conversión inmediata a una sonrisa y un abrazo breve valieron el encontrarme a un grupo de conocidos que reían sin explicación alguna con mi repentina llegada. Me habría encantado tocar contigo de nuevo, y te lo dije. Y realmente nunca me he vuelto a sentir tan musicalmente pleno con nadie como contigo. No me importó que te esfumarás más tarde, sé que es tu naturaleza, y es parte del encanto que me clava el jade como fantasmas en el imaginario de mi vida personal. Ojala supiera qué trataste de decirme, pero contigo nunca he podido hacer conjeturas, ni lo he intentado. Ojala podamos platicar de eso antes de que también dejes la ciudad, no quisiera que otro tema se nos fuera a caer de las manos a tan cerca de tratarlo. Al menos me has dicho que no te irás, pero sé que te irás, lo sé.

Verás, no quiero ser poético, son las cuatro de la mañana, pero si no escribo esto ahora, quizás se me vaya el sueño. Y es que hoy tuve un sueño de ti. No quiero dejarlo ir, porque tengo la sensación al fondo de la cabeza que me ha pasado antes, como si perdiera la memoria cada cierto tiempo y tu al final siempre aparecieras para ayudarme, siempre preocupada. ¿Recuerdas hace un año? Me fuiste a buscar a mi casa; haríamos una sesión de fotos. Estábamos sentados en el sillón trasero de un auto que tengo montado en la recepción... Mientras esperábamos que pasaran por nosotros, salimos y te tenía en contra de un auto, platicando de detalles ínfimos que se habían quedado volando en conversaciones esporádicas por internet. Nos acercamos más que nunca, más cerca que nunca de besarnos y justo en ese momento, mirada con mirada, con el jade de tus ojos más dentro que nunca, llegó para recogernos. Me da una mezcla de risa y frustración el recordarlo, también siento ansias de completar el momento. Y a eso voy, el sueño. 

En mi sueño no te convertías en alguien difusa.

Por: Martínez, Adrián. Julio 2012. 

viernes, 1 de junio de 2012

Mortalidad Light

    Quiero un amor que sea como la goma de mascar, que al fondo de mis entrañas se quede siete años; no más, pero no. Lo haré bola en su envoltura y terminará con el resto de la basura de colores primarios, no, bueno no había ni tiempo ni dinero ni paciencia para más, me ahorra tiempo para más ocio disfrazado de ocupaciones. Esto no puede ser mi vida ahora, lo tengo todo. Quiero una vida como mis abuelos en los cincuenta, quiero aprender tan difícil como mis profesores aparentaron que sería, quiero una cuenta de banco llena, quiero drenarla como la tina de baño que deseo, después de tener sexo con la mujer que no amo.  

    Soy ese diamante en bruto encasillado que no se pule, no descubre la dureza de su carbono. Me conformo con la simple piedra, el polvo, porque se lleva alrededor, como diamante sólo brillaría para unos cuantos,  yo lo que quiero es cubrirlos a todos de , ser polvo esparcido en mi muerte fugaz y repentina, soy un hombre ligero como mi propia muerte anhelada. Todo llega a mí, o yo llego a todo, no importa; Mahoma está muerto, Yahvé está muerto, Buda está muerto… entienden la idea. Pero yo, aún no, debo llegar ahí rápido, debo extenderme sobre sus cabezas.

martes, 29 de mayo de 2012

Ni hada ni bruja

   En realidad no había razones para idealizarte, no había grandes conexiones, mucho menos a la altura de las últimas que viví antes de tu llegada. Aún así hice lo de siempre, di lo de siempre esperando lo que nunca. Yo mismo te quité lo único santo que tenías, yo mismo contribuí a que enredaras más tus cabos, siempre lo supe, sólo me equivoqué de sospechoso. Ya que importa, no hay elegías, ni gran tragedia; ni asedio nocturno, ni pesadilla que acorrale. No existe ni el esfuerzo de cargar a la rutina y moldearla en otro horno, sólo están los treinta y cinco grados centígrados y la sed alcohólica de hace dos años. No hay gran aprendizaje ni parteguas, no hay ningún monolito que hayas olvidado destruir; ni situaciones hipotéticas que alterarían este día. Entramos al salón sin expectativas, bailamos, pero al terminar la fiesta, las expectativas nunca llegaron, y si tocaron la puerta, nadie jamás las escuchó.

    Ya no estás en el pedestal, ya no tienes ni pizca de divinidad. No proyectas nada, porque no hay luz que puedas generar, siempre se refleja. Estás en apuros pero te encanta andar como si tuvieras el velo que jamás vestirás. No llamas por ayuda, gritas por atención. Si te tienden la mano, primero pensarías en mostrar cuanto la necesitas que en tomarla, luego caes. Eres contradicción andante que encanta, pero no está encantada. No eres mágica entonces, no eres aquella hada libre. Olvidabas que las hadas siempre eran madrinas de alguien, cómo tú; y que eran pequeñas criaturas que difícilmente podían causar alguna relevancia. Olvidabas que las hadas son sólo luciérnagas buscando aparearse antes de terminar su fugaz existencia. No eras tampoco una bruja; ni me atemorizaste nunca, ni pusiste conjuro alguno sobre mí para matar mi voluntad. Olvidabas que las brujas no necesitan magia alguna para derrumbar las murallas de un hombre mortal. Y yo que fui hombre de viento, sin muralla alguna que no me haya roto otra bruja antes, te pasé como una brisa, del invierno a primavera y daré la vuelta de nuevo, tú estarás aún en el suelo, aún pidiendo manos sin tomarlas, aún poniéndote un velo para que nunca te lo quite aquél a quién tu idealizas exactamente de la manera en la que yo no lo hago contigo.


 Por: Martínez, Adrián. Maniobras incompletas, 2012.

viernes, 18 de mayo de 2012

Querido escritor de red social...

En la era de las redes sociales, hay escritores que se vuelven exitosos, reconocidos por sus tuits; breves comentarios de 140 caracteres que causan furor entre espíritus adolescentes, que con suerte, tienen el interés suficiente para leer unas cuantas líneas de texto. Lo mismo en facebook. Luego repiten la fórmula; copian, modifican, se adjudican frases extraídas de obras extensas que tuvieron el ...infortunio de ser parte de la cultura pop y ser recordadas por juegos de palabras de fácil degustación. Borran las que no funcionan, que no son compartidas o no obtienen likes. Se hacen de una fama igual de corta, igual de profunda que los milímetros de piel en sus párpados impidiéndoles ver más allá. Y esta frustración ajena no me cabe en un tuit.
Por: Martínez, Adrián. Mayo 2012. 

viernes, 11 de mayo de 2012

De bandos y periódicos quieren tapar el bache

Fue un reflejo, nada más. Agarré el periódico, y levanté la ceja al tiempo que retorcía la boca, no de disgusto, suelo parecer un antipático. Quizás esto hizo que se atreviera a preguntarme "¿Qué? Eres azul ¿verdad?". Efectivamente, yo iba vestido de azul, excepto por unos botines deportivos cafés, pero como no lo creí suficiente para confundirme con un pitufo, respondí en vez de simplemente hacerle la misma seña con la mano que le hago a quien pide dinero en la plaza principal.

¿Azul? No dije ni pío, y hacer una cara me hace azul, vaya, pues entonces me has ayudado a engrandecer mi conocimiento de mi mismo, y quizás hasta has esclarecido mi posición política, favor que me haces al calificarme basado en una mueca. Mira ya, no digas más, mejor tómalo de vuelta, si te sirve de consuelo no tomo nada azul, que no sea vodka con bebidas energéticas. No, mira que no estar a la izquierda no significa que esté a la derecha, también se puede observar la imagen desde lejos, así es como disfruto esto, porque al disfrutarlo más de cerca, siendo participe activo de algún bando, inevitablemente alguien vendrá a joderte tu pequeña burbuja ideológica, y a mí aunque me jodan desde ambos bandos, no me revientas nada, si acaso podrías picarme un ojo con ese periódico.

¿Indiferente? ¿malinchista? A mí que carajo me importa lo que piensa un país que se esforzó por darme todas las razones necesarias no para huir de él, sino para olvidarme de esa "obligación" de entregarle mi existencia a una sola idea gastada y que ha probado durante siglos no funcionar. Yo soy ciudadano del mundo, y así libro a esa misma idea de toda culpa, mientras tú te esmeras en ser un patriota. Culpando todo el tiempo a una idea de nación que no se puede defender de sujetos como tú.

Por: Adrián Martínez, Mayo 2012.

Falta #1

Faltaría ser el foco de la calle
que prende y apaga para nadie.
Porque ya eres el mosquito 
que vuela ciegamente a estrellarse
para que al apagarme 
seas libre como quieres.
Y me tengas prendido otra vez
cuando tus cientos de ojos 
me miren de nuevo 
en un caleidoscopio. 

Faltaría desaparecer 
en algún estadío de la memoria,
deshacer los nudos del marinero
que alguna vez te pescó 
en un mar de humo y lujuria.
Habría que cortarlos súbitamente
pero faltaría un epitafio apropiado,
uno que no podrás darme,
al opacar la vista como antes
al ahogarme tu réplica.

Faltaría el cómodo silencio,
al final de tu lista de consejos.
El optimismo sencillo de una brisa
para un extraviado de siempre
entre las excusas y un jamás.
La sonrisa tras el cristal,
dejando espectros de colores
que no conozco ni conocería,
si faltara la luz que te pone en foco.
O el lazo que guarda tu silencio.



 Por: Adrián Martínez, Maniobras Incompletas, 2012.


sábado, 5 de mayo de 2012

Oasis se escribe en fondo negro.

     Me tiré a la cama, me quedé horas pensando en todo lo estúpido que se puede ser, todo lo ciego. Persiguiendo espejismos mientras los oasis de verdad esta esperándolo a uno. Y los dejé esperando. Me fui a secar, esperando ingenuamente alguna lluvia, y las nubes venían con frecuencia, pero se iban más rápido que mi cansancio. Tirado en mi cama, en un desierto dónde las palabras fueron viento apilando arena sobre mí. Una sabana cálida para un cuerpo que nunca estará absento de los daños colaterales. Y ahora estaba absento de tu cabello, que parece listones de cuero negro. Ojalá tocaran ésta piel para hacerla sentir plena. 

     Si tan solo hubiera estado ahí para hacernos el intercambio habitual después de meses, si el encuentro con la casualidad no me hubiera llevado lejos, con unas esposas que ahora ya no son juego, que hoy pierden sus llaves para dejarme aquí en mi cama atrapado entre arenas movedizas; estaría celebrando el acostarme en tu tierra, sembrando semillas entre alientos nuestros. No necesitaría buscar mi "Mojo" en un espejismo para sentirme satisfecho.

    No me aquejas, yo me aquejo en el no saber que fue de esa celebración que prometí, en el intercambio que pospuse. No quiero saber, estoy cegado por este sol de medio día y las esposas que tengo en las manos parecieran haberse movido a mis pulmones. Te escucho trotar lejos de aquí y las memorias se disparan, los ritmos se caen lentamente... Oh, belleza oscura, compañera debería estar ahí, aún no es muy tarde ¿o sí?

    Hasta la más preciosa plata y el oro de más quilates, las perlas aún en la carne de la ostra; se postrarían contra los nosotros si fuéramos siervos únicamente de los dos. Renaceríamos de entre los ritmos que rompieran el silencio, siendo atemporales, dejando cualquier número de lado  y sobre todo, estaríamos en brazos del otro por un instante.

    No importa si me das sólo la llaga de tu desdén, querida; quiero más. Que me des tus opiniones como látigos bajando por mi espalda; dame más. Porque eres tú quién espero ver, eres tú la belleza en mi bestia, el oasis en mi desierto, lo cálido en mi cama, la culpa comiéndose mi cabeza, compañera querida, intercambiemos palabras de nuevo, porque no pienso cambiarte a ti.


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domingo, 29 de abril de 2012

Chuy


       Mesías te llamaron, y muy a pesar, de ti ya nadie se acuerda, ni de tus palabras ni tus gestos. Estás por ahí hecho mineral o exhumado en su cripta, porque fuiste cualquiera de nosotros; y ellos están tras vidrios blindados porque se comieron tu recuerdo, se tragaron sus propios textos, nunca fue tu carne. Te venden, te manufacturan, eres una licencia creativa más, parte de la gran corporación sentimental apostólica y romana.  Ahora te pasan por alto, te volvieron una excusa y te postergan para esperanzar (paralizar) a una ciudad. El  tipo de blanco pasa y sonríe, recibe, bendice en palabras grandes, las palabras que pocos hombres deberían atreverse a vociferar. Las palabras que quisiste dar a entender, pero nadie nunca entenderá porque una palabra no se vive. Y tú no eres más que eso. Una de esas palabras grandes y muertas de las que hay que limitarse a escuchar y leer. No te como ni te bebo, ni te creo ni desconfío, pero no te pido porque no puedes darme nada. Y aún así, tampoco puedo negarte, si estás todo alrededor mío.

       En tu muerte estás un paso adelante, adentro todo se hace éter, adelante todo se interroga. Estás siempre a un paso más de ellos, víctima de un atropello o de un carnaval que no admite ganancia alguna. En un puesto de tacos, en el apodo de un niño. Ellos están aquí tres días y se quedan en vasos de cebadina, en banderas blancas y amarillas, en medallas, carteles, postres y camisetas. Pero de ellos, de ellos un mes después nadie se acuerda, son basura, souvenir y presunción de un gobierno, nada más. Y tú sigues apareciendo con cada estornudo, con uno o mil niños al nacer, en la expresión de preocupación sincera de una madre o en un diálogo mal actuado de un éxito de blockbuster. Y como antes, como todos, como cualquiera; mueves el pie, lo pones adelante con violencia o desgana. Te has ido de su ritmo, te has querido escapar una vez más de tu mortalidad y la aberración de la memoria. Un paso adelante y al apoyar el talón miras atrás, como un fugitivo ingenuo te limpias el sudor, igual que la primera vez: miras a quien te persigue, no lo que te hará caer. No sé que hiciste con certeza, pero sé lo que hacen ellos y tú que ya no puedes hacer nada, estás hecho un soplo de aire, una porción de tinta. Y yo que puedo hacerlo todo, que soy como tú, que podrían beberme y comerme, no hago nada más que escribir dos párrafos para ti. Los verás inerte sin poder hacerme replica alguna en los ojos de algún Pepe Chuy.



Por: Martínez, Adrián (2012). "Chuy” En El Fanzine del Cerdo Violeta No. 2. Mayo. ¡Hip, hip, hurra! Mi futuro está en ser un cura. León, México, pp. 11-12.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Grandes errores.

#1: Ser un número.
#2: Ser un nombre.
#3: Ser una cascara seca de lo que se solía ser.
#4: Hacer lo que diga una tabla de arcilla en el desierto.
#5: Creer que lo que dice un libro es verdad por el solo hecho de ser un libro.
#6: Esperar pacientemente sin ser tú paciente ni nada de eso.
#7: Atribuirle habilidades cósmicas y ultraterrenales a un número.
#8: Confundir hambre con aburrimiento.
#9: Inmolarse con una pistola sin balas.
#10: Creer que se sospecha cuando en realidad se sabe perfectamente que algo es cierto.
#11: Pensar que hacerse el tonto no le hace a uno un tonto paradójico.
#12: Pensar que evitar a toda costa todo nuevo conocimiento o cuestionamiento le mantendrá a uno contento.
#13: Pensar que todo nuevo conocimiento o cuestionamiento le llevará a uno a encontrar la felicidad eventualmente.
#14: Leerse a si mismo como forma de matar al antiguo "yo", cuando solo se le hace más fuerte.
#15: Escribir para uno pensando como lo leería el otro.
#16: Creer que se deshace del ocio llevando a termino responsabilidades igual de inútiles.
#17: Tener un teléfono móvil a la mano de la misma forma que se tiene una botella de whisky.
#18: Beber whisky de menos de ocho años combinado con un tequila que solo pretende ser tequila legítimo.
#19: Confiarle tu destino a una moneda, por pereza.
#20: Tener una fé ciega en cualquier aparato que funcione con electricidad o combustible.
#21: Argumentar algo, darte cuenta de que estás equivocado y luego seguir argumentando, solo por joder.
#22: Actuar por la vida como si se tratase de una película de comedia romántica independiente.
#23: Seguir los pasos del personaje de una película, sabiendo que al final todo se jode para él.
#24: Poner sal en vez de ázucar en el café, y aún así beberselo.
#25: Esperar que los sentimientos se tranfiguren a voluntad, como si no fueran entes etéreos e irracionales.
#26: Construirse un destino con una mezcla de líquidas coincidencias confundiéndolas con convicciones sólidas.
#27: Hechar a andar una fábrica de mentiras, dejando de lado que en cualquier fabrica el producto puede ser defectuoso.
#28: Caer miles de veces con la misma piedra, descubrir que se ha vuelto una adicción, una especie de síndrome de Estocolmo y seguir "disfrutándolo" en la misma medida que se adolece.

jueves, 23 de febrero de 2012

Desconocidos.

Señorita Desconocida, llévame a un lugar desconocido, tómanos una fotografía antes de que las luces se apaguen. Cántame una canción antes de que no tenga forma de regresar, tómate un trago conmigo antes de que te vengan a buscar. Tuvieron que pasar siete mil seiscientos sesenta y cinco días desde que respiré por primera vez hasta que respiré los sabores que se escondían en tu sonrisa. En fotografías parecía ideal, en la realidad no deja de ser menos adorable. Tuve que caminar dos mil metros la primera vez que te encontré. Ahora dos mil metros no son nada cuando estás tú al final del camino. Señorita Desconocida, en cada poro erizado de tu piel al rozar su cuello, se esconde un misterio, una historia que has tenido que saltar como un charco cuando caminamos, para poder reconocer lo inesperado, un extraño desconocido como yo. Quizá no te escribo de la manera más correcta, pero me gusta pensar que lo hago de la manera más honesta, y no podría ser más honesto que cuando te digo que me agrada enormemente el regocijo de tu mirada, las formas alargadas que hacen tus pícaros ojos y los brillos que se despliegan frente a mí, como un niño al que le han descubierto una travesura. Me agradas como si fuera yo un perro, a punto de recibir un filete al borde del comedor, moviendo la cola tan fuerte como un látigo y con la lengua fuera de la boca como si un pez rosado estuviera fuera del agua. Como si fuera yo una mosca revoloteando alrededor de una fruta madura y exquisita que alguien olvidó, posándome en ella y disfrutando su néctar para mí, solamente para mí.

Señorita desconocida, tienes la forma de una guitarra, será por eso que siempre que te veo siento el impulso de tocarte, de provocarte algún sonido. Ves mis ojos más claros de lo que yo mismo los veo, será que ves de mí incluso lo que yo mismo no conozco. A veces me parece como si hubiera llegado a una isla desierta, dónde solo tenía que seguir la playa hasta llegar al otro extremo, dónde llegaste tú, pensando exactamente lo mismo, que estabas sola, que siempre serías una desconocida, que estabas varada en la isla de la soledad. Y la verdad es que ahí estaba yo también, no pude escapar de la atracción, como no pude hacerlo de la olas que me trajeron a tu isla. O quizás podría escapar, el punto es que no lo quiero. El punto es que eres inevitablemente desconocida, infinita, y señorita Desconocida, siempre serás esto para mí, siempre señorita siempre desconocida, siempre solamente tu, y no te querría de ninguna otra forma, y al mismo tiempo te querría de cualquier forma, y podría decirte tantas cosas, llenarte libreros de palabras, lienzos de colores, copas de vino y discos de canciones y no sabría como llenar lo que significa quererte, lo que es uno y cada momento, algo desconocido. No quiero ni explicártelo, porque sé que sin decirlo tú ya lo tienes, porque me conociste como un desconocido.

-Adrián Martínez

martes, 31 de enero de 2012

Quimera.

Uso este recuadro para secar mis ojos a un sol virtual. Uso este recuadro porque jamás podría tenerte colgada sobre mi pared para contarte sobre mis días. Vengo aquí y te digo cosas que no querrás saber, ni nadie más, pero vengo aquí porque no me veo escribiéndoselas a nadie que no seas tú. Y pienso que si es un crimen tomarme las cosas en serio, de la misma forma que me tomo ésta botella que me mata un poco más las entrañas; pues debería estar preso, debería estar en una silla eléctrica, aunque lo más probable es que termine en una celda acolchada tomando tres dosis de clorazepam al día. Y si pudiera entender como es que el río del espacio-tiempo puede alterarse tanto con una sola piedra que le arrojen, cayéndose en una cascada dónde hay un desierto que lo secará todo; podría decirme a mi mismo que no fueron solo un espejismo las gotas de lluvia que han caído desde que te has ido.

Si el orgullo del pingüino fuera un poco más digerible, sino tuviera que recorrer una tierra deshabitada, dónde vine a perder mis alas; probablemente habría volado, probablemente te habría llevado conmigo, no sé si a un abismo o a una cueva, o de regreso a la selva dónde creí que pertenecías alguna vez. Si fuera un poco menos como yo, no habría escrito todas las noches de un invierno con mi nombre en una hoja; mucho menos habría entregado una semilla sin saber que jamás sería plantada. Tal vez debí haber sido médico, como mi padre me lo repetía. Así evitaría tener el tiempo para destruirme constantemente. Tal vez debí haber sido físico, así los cálculos no me fallarían de la misma forma que me falla el sentido común.

Pero todas estas posibilidades se resumen a un error... Un tiempo pasado que saca las garras, que me grita porque yo ya no puedo hacerlo. Las interpretaciones del hubiera y el podría, las palabras que se acumulan a cada momento porque no me las puedo quitar y solo echarlas de menos. Los anhelos que siguen oxigenando al músculo cansado de bombear.

Al final, el error fue querer domar a una fiera... donde no había más que una mujer.


Por: Adrián Martínez. Enero 2012

lunes, 23 de enero de 2012

Algunos hombres solo quieren ver el mundo arder.


Hay algunas personas a las cuales la sola idea de un mundo yéndose por el espiral indomable del apocalipsis, entre cantos de humanoides emplumados y trompetas de oro; les resulta una probadita de cielo. Para otras, esto no es más que lo que les podría ofrecer un queso crema. Hay algunas personas a las que les resulta orgásmico el pensar en cambios místicos, refiriéndose al advenimiento de una edad de claridad y paz, predichos por culturas a las que realmente solo les importaba la guerra y tener cultivos para no morir de hambre. Algunas otras, quisieran simplemente un cambio en el temporal, un poco de lluvia para no morir en la pobreza extrema. 

Algunos ancianos leen los periódicos cada mañana en la plaza principal, para recordarse a si mismos, todo lo buena y significativa que fue su juventud comparada con las frivolidades de sus nietos. Hay otros que leen las noticias esperando encontrarse con que alguien haya inventado la manera de volver en el tiempo, para poder evitarse el estar ahí sentados, solos y decepcionados.

La mayoría de los adolescentes han visto demasiadas películas sobre invasiones extraterrestres, villanos celebérrimos, desastres naturales y gente que los sobrevive milagrosamente, holocaustos caníbales de muertos en vida, vampiros de ultraderecha, etc. Tanto qué el hecho de que el mundo pueda terminar de alguna de esas maneras, les resulta inmensamente divertido. A otros les da por ver películas sobre drogadictos sin remedio y personas socialmente disfuncionales, sin importarles realmente que el veintiuno de diciembre del dos mil doce se acerca, porque saben que aunque son menos fantásticas, son mucho más cercanas a lo que podría ser el fin -o fracaso- que tendrían sus vidas de por sí ya desencajadas. 

Hay mujeres que se enfrascan en encarnizadas luchas sin sentido, contra enemigos que no existen, porque creen que merecen ganarse todo en este mundo por el simple hecho de existir y tener la capacidad de dar a luz. Que este año debería ser el cambio al poder de las mujeres y al protagonismo que ellas mismas dicen no han tenido. Hay otras tantas que se dan cuenta que el tomarse los dogmas de la sociedad occidental tan personalmente es directamente proporcional al machismo al cual odian.

Hay hombres que se esfuerzan cada día por demostrarle al mundo que hemos sido una mierda durante miles de años. Que los mitos de la antigüedad, las leyendas urbanas, prejuicios y barreras que impiden que la humanidad avance solamente siguen ahí porque se los permitimos. Hombres que en el fondo temen no poder hacer suficiente para cambiar al mundo y que todo lo que han logrado podría convertirse en anécdotas de un anciano leyendo un periódico por la mañana totalmente solo, un grupo de jóvenes saboteando las calles en desesperación por una fecha mediatizada como el fin de los tiempos, niños riéndose de imágenes -reales- de guerra porque se parecen a la película o el videojuego de ayer, mujeres y hombres aborreciéndose al competir constantemente para ser la punta de la pirámide. 

Algunos hombres saben que nunca cambiarán al mundo, y que aunque ellos den todo lo grandioso o insignificante que pudieran siendo una botella de refresco de cola en el basurero que es el mundo, todas esas cosas ya están sucediendo sin ser el fin del mismo. Algunos hombres saben que el fin del mundo fue ayer, hoy y siempre. Algunos hombres solo quisieran ver el circo del espacio tiempo caer. Algunos hombres solo quieren ver el mundo quemarse. Algunos hombres solo esperan el día en que por fin puedan decir: ¡Feliz fin del mundo!

Martínez, Adrián (2012). "Algunos hombres sólo quieren ver el mundo quemarse". En El Fanzine del Cerdo Violeta No. 1. Enero. Apocalipsis ¿Ahora? León, México, p. 20.

lunes, 16 de enero de 2012

Wake

Con las puertas cerradas y las cortinas desplegadas, el mundo se encoge mucho más, los cabos que están atados te atan a ti mismo y desplazarse se convierte en una tarea inútil. Hay alguien allá afuera que tendrá que poner la sabana, limpiar el piso cuando se vaya y recoger sus viejas ropas, pero ese trabajo no es mío. Y ahora que todos se han convertido en enemigos mi voluntad pareciera hundirse con mi corazón. tengo que escaparme de sus garras, no culpo a nadie por cerrarme las puertas porque fui yo quién les di la llave para que hicieran tan magnifico y terrible trabajo, quizá hasta debería llamarlos para aplaudirles.

Es ese tipo de cosas horribles que se veían venir cuando llegó enero, y nos encondíamos en catacumbas con número postal. Durmiendo al lado de ratas en una cama hecha de ropas que jamás volveré a usar esperando que nadie llegue a tocar. Es mucho más fácil atrancar las puertas y destrozar el teléfono que mostrar mi piel al canceroso sol, porque la cosa más difícil nunca es arrepentirse y decepcionarse por alguien más, es dejarlo entrar...

Tal vez puedas entrar una vez más, a veces ya no depende de mí. Desantrancar la puerta, usar la llave que te di, y quitarte los zapatos al pasar, aunque tomaría toda la noche para poderlo explicar, que habría ido afuera hacia otras puertas que ahora son corredizas, pero nunca parecía el momento adecuado. Luego llegaste y me volaste el techo tirándome tu cuerda, tuve que atármela justo al cuello, y cuando lo hice no te importó haberme levantado o el rescate que pretendías, sabías justo que esperar de mí. Que mientras las puertas estuvieran cerradas y las cortinas desplegadas, no es necesario morir porque jamás se abrirán desde ahí afuera. Alguien tenía que hablar con la lengua cortada y los dientes rotos para defender el derecho a permanecer encerrado, sin fotografías ni tiempo de visitas, ni una guía sobre como volver a comenzar. A veces quisiera patear las puertas hasta derribarlas sobre mí si estuvieras dispuesta a ceder las llaves a alguien más, porque los quiero dejar entrar...

Nunca tengas miedo de hablar.
No hables nunca con los dientes de alguien más.
No regatees sobre ti mismo, no cuando estés débil.
No tomes nunca ese maldito abuso.
Algunos pacientes nunca se podrán salvar, pero esa carga no debe estar sobre ti.
NUNCA DEJES QUE NADIE TE DIGA QUE TE MERECES ESO.

From wake by the antlers.



jueves, 12 de enero de 2012

Callejero en un cajón

Las calles con luces rojas de neón
enredan éstas nuevas corneas.
Y si me embriago
con sabor a madera te querré.
Pero la calle no será cosmopolita.
Sin monumentos cegados
por luces de melancolía.

La comida no tendrá sazón alguna
cuando viene de cajón.
Como la carta que no llega nunca,
como las vías ferreas.
En las que nadie viaja ya.
Callejera la comida me sentará mejor.
Porque se tiene una vez
y se deja correr.

Encajonado veré mejor,
sin luces que quiten la forma,
o calor que la diluya.
Callejero en un cajón.
Quién en la calle me encuentra,
en un cajón me encerrará.

lunes, 9 de enero de 2012

Jeff Buckley - Mojo Pin





Probablemente la mejor versión de la canción que le da nombre a este espacio, como última canción de la presentación de Glastonbury '95, minutos antes de que subiera Oasis al escenario. Es la primer canción del disco Grace de Jeff Buckley. Y pensé que desde hace mucho debía haber puesto esto aquí, y muchas otras cosas que están como borradores esperando, pero aquí está.

Es muy difícil explicar todo lo que significa ésta canción para mí pero creo que hacerlo sería algo egoísta y contrario a mis principios. Hay que dejar que la música hable por si misma y que cada quién obtenga de ella lo que escuche, porque no todos vemos igual; escuchando es la misma historia, sólo quiero hacer notar el ritmo cambiante y apasionado característico de Jeff, y la magistral ejecución vocal en este vídeo. les dejo la letra para que canten a la par de Jeff, digo sé que no todos tenemos un rango vocal de 4 y media octavas pero al diablo. Que no les importe no alcanzar las notas, sólo escuchen y dense cuenta de que en el momento que escuchen la canción son parte de la misma. Son participes. Y eso es algo que muchos olvidan del arte.

I'm lying in my bed
The blanket is warm
This body will never be
Safe from harm
Still feel your hair
Black ribbons of coal
Touch my skin
To keep me whole...

Oh...if only you'd come back to me...
If you laid at my side...
Wouldn't need no Mojo Pin
To keep me satisfied...

Don't wanna weep for you
Don't wanna know
I'm blind and tortured
The white horses flow (horse has flown)
Memories fire
The rhythms fall slow
Black beauty I love you so...

Uh precious precious silver and gold
And pearls in oyster's flesh
Drop down we two to serve and pray to love
Born again from the rhythm
Screaming down from heaven
Ageless, ageless and I'm there in your arms...

Don't wanna weep for you
I don't wanna know
I'm blind and tortured
The white horses flow
The memories fire
The rhythms fall slow...
Black beauty I love you so...so...so...so!!!

Dah!!!

Oh the welts of your scorn, my love
Give me more
Send whips of opinion down my back
Give me more
Well it's you I've waited my life to see
It's you I've searched so hard for...

Don't wanna weep for you
Don't wanna know
I'm blind and tortured
The white horses flow (horse has flown)
The memories fire
The rhythms fall slow...
Black beauty I love you so...so...black, black, black beauty!