domingo, 21 de octubre de 2012

Los años (Cesare Pavese)



"De lo que era yo entonces no queda nada: apenas hombre, era aún un crío. Lo sabía hacía tiempo, pero todo ocurrió a finales del invierno, una tarde y una mañana. Vivíamos juntos, casi escondidos, en una habitación que daba a una avenida. Silvia me dijo esa noche que tenía que irme, o irse ella: ya no teníamos nada que hacer juntos. Le supliqué que dejara que probásemos de nuevo; estaba acostado a su lado y la abrazaba. Ella me dijo:

-¿Con qué finalidad? -Hablábamos en voz baja, a oscuras.

Luego Silvia se durmió y yo tuve hasta la mañana una rodilla pegada a la suya. Apareció la mañana como había aparecido siempre, y hacía mucho frío; Silvia tenía el pelo sobre los ojos y no se movía. En la penumbra yo miraba pasar el tiempo, sabía que pasaba y corría, y que afuera había niebla. Todo el tiempo que había vivido con Silvia en aquella habitación era como un solo día y una noche, que ahora terminaba por la mañana. Entonces comprendí que nunca volvería a salir conmigo entre la niebla fresca.

Era mejor que me vistiera y me marchase sin despertarla. Pero ahora tenía en la cabeza una cosa que preguntarle. Esperé, intentando adormilarme.

Cuando estuvo despierta, Silvia me sonrió. Seguimos hablando. Ella dijo:

-Es bonito ser sinceros, como nosotros.

-¡Oh, Silvia! -susurré-, ¿qué haré al salir de aquí? ¿Adónde iré?

Era eso lo que tenía que preguntarle. Sin apartar la nuca del almohadón, ella sonrió de nuevo, beatífica.

-Bobo -dijo-, irás a donde quieras. ¿No es hermoso ser libre? Conocerás a muchas chicas, harás todas las cosas que quieras. Te envidio, palabra.

Ahora la mañana llenaba el cuarto y sólo había un poco de calor en la cama. Silvia esperaba paciente.

-Tú eres como una prostituta -le dije- y siempre lo has sido.

Silvia no abrió los ojos.

-¿Estás mejor ahora que lo has dicho? -me dijo.

Entonces me quedé como si ella no estuviera, y miraba al techo y lloraba sin ruido. Las lágrimas me llenaban los ojos y corrían sobre la almohada. No valía la pena que se diera cuenta. Mucho tiempo ha pasado, y ahora sé que aquellas lágrimas mudas fueron la única cosa de hombre que hice con Silvia; sé que lloraba no por ella sino porque había entrevisto mi destino. De lo que era yo entonces no queda nada. Queda sólo que había comprendido quién sería en el futuro.

Luego Silvia me dijo:

-Ya basta. Tengo que levantarme.

Nos levantamos juntos, los dos. No la vi vestirse. Estuve pronto en pie, a la ventana; y miraba vislumbrarse las plantas. Detrás de la niebla estaba el sol, el sol que tantas veces había entibiado el cuarto. También Silvia se vistió pronto, y me preguntó si no me llevaba mis cosas. Le dije que primero quería calentar el café, y encendí el hornillo.

Silvia, sentada al borde de la cama, se puso a arreglarse las uñas. En el pasado se las había arreglado siempre en la mesa. Parecía abstraída y el pelo le caía continuamente sobre los ojos. Entonces daba sacudidas con la cabeza y se liberaba. Yo deambulé por el cuarto y recogí mis cosas. Hice un montón sobre una silla y de repente Silvia saltó en pie y corrió a apagar el café que se derramaba.

Luego saqué la maleta y metí las cosas. Mientras tanto, por dentro me esforzaba por recoger todos los recuerdos desagradables que tenía de Silvia: sus futilidades, sus malos humores, sus frases irritantes, sus arrugas. Eso me llevaba de su cuarto. Lo que dejaba era una niebla.

Cuando hube acabado, el café estaba listo. Lo tomamos de pie, junto al hornillo. Silvia dijo algo, que ese día iría a ver a un tipo, a hablar de un asunto. Poco después dejé la taza y me marché con la maleta. Afuera la niebla y el sol cegaban."

lunes, 15 de octubre de 2012

XVI "Escribir me salvó de todo" - Susana Iglesias

Fue una noche
simplemente me cansé
de todo y todos y todas
hasta de mí.
Mandé todo a la chingada
que es un sitio al que todos vamos algunas veces
feos o guapos
felices o infelices
tontos o listos
me encontré con la nada (maldito Sartré, me engañó, el muy cretino)
sueños rotos
hambre
soledad
escribir me salvó de todo.
Y sabía que no debía intentarlo sin vivir.
Quise pizcar zarzamoras, uvas, tomates, cerezas o fresas
que era lo mejor pagado
pero me tocaron manzanas (odio las manzanas, a la fecha no las como)
todo en las alturas
desde entonces me acompaña el vértigo.

Insolados
rumores de muertos
malas condiciones
¿sabes? escribir me salvó de todo aquello.
Sabía que si no salía del corazón no debía intentarlo siquiera.
Cansados
desgastados
 hombres y mujeres en ruinas
que no debía hacerlo por dinero, ni por reconocimiento, ni perder el tiempo en imitar a los otros, hombres y mujeres de puños grandiosos, de letras impecables, muertos por lo general
sed
dolor muscular
cabeza que estalla
Lloré y reí tanto
en el frío de las calles,
en las estaciones de autobús junto a viejas máquinas de café que
me miraban mudas
en hoteles pulgosos, de sábanas que raspaban mi alma
en las bancas de parque
bajo los puentes
dentro de la interminable noche
soñaba
nunca dejé de soñar
en el tiempo de la aborrecible realidad
me disculpé con la vida
le di la espalda
me compré una pistola.
Te conté tantas veces que ese día empezaron mis días de miseria,
pero te lo contaré una vez más:
El día que tuve una pistola entre mis manos empezaron
mis problemas.
Después de aquella noche odiosa
únicamente salí para comprar vodka barato, hielo, agua quina
comí deperdicios, papas crudas, galletas saladas,
viví noches diferentes a aquellas dónde papá y mamá me dejaban
dormida y me tapaban con aquella frazada que cosió mi abuela
antes de morir.
Enloquecí
maldije
escupí
esperando siempe el final
pero nunca llegó.
En el tiempo de esa realidad que me apuñaló hasta casi
descuartizarme
me disculpé conmigo, arrojé mi pistola al mar
y un hombre me regaló otra de cumpleaños para seguir luchando
contra lo más retorcido que me habita
en este tiempo de tranquilidad aparente
en este tiempo de lagos, vodka helado
en este tiempo de picnics en domingo
y parrandas en lunes[...]


jueves, 11 de octubre de 2012

¿Cómo aprendió a leer Adrián Martínez?


"Mientras en la educación preescolar Adrián pataleaba contra una maestra senil y delusoria, porque ésta no le daba la nota aprobatoria para comprobar oficialmente que ya sabía leer; en su hogar el pequeño Adrián de seis años tomaba sus dos primeros libros: Una enciclopedia de tiburones y otra de ballenas que le habían regalado sus padres dos años atrás.  El padre de Adrián comenzó a mostrarle documentales acerca de la vida animal desde que este comenzó a hablar, por lo que era solo lógico que sus primeros libros siguieran la misma temática.

Posteriormente Adrián siguió leyendo libros y revistas de divulgación científica, pensando en convertirse algún día en paleontólogo o quizás biólogo marino. Alrededor de los ocho años comenzó a leer también revistas de crítica política tales como El chamuco. Aunque quizá este tipo de lecturas no eran apropiadas para el pequeño Adrián, definitivamente le dieron un amplio empujoncito a su aprendizaje. Las lecturas ‘infantiles’ le parecían aburridas -ahora ya no- y después de los diez años y movido por sus relaciones personales tempranas y una fascinación por las dinámicas humanas, comenzó también a escribir. Es aquí donde se hace necesario aprender a leer novela, cuentos, etc. Haciéndose estos finalmente del agrado de Adrián.  Hasta la fecha a sus veintiún años, Adrián sigue aprendiendo a leer con cada nuevo libro que abre, al mismo tiempo que aprende escribir con cada texto que produce."

La polaridad de las relaciones amorosas; el instrumento de la conquista.



    Es el tema más sonado, más comentado, más debatido; el amor. Pero detrás de esa palabra ¿Qué hay? ¿Habrá acaso un sistema, símbolos claros e inequívocos para tratarlo? En realidad no es tan complicado como parece, si dejamos de lado la cursilería, el romanticismo, y el apego personal al tema. Hay que tratarlo como tratamos a la política… Bueno, eso tampoco ayuda mucho ¿no? Pensemos entonces que tratamos el ritual de apareamiento de alguna especie animal, preferentemente un mamífero como nosotros. Hay que dejar de lado que sabemos que existe una ética y una racionalización humana porque de eso hablaré más al rato. Lo primero que encontraremos para analizar es una polaridad evidente entre géneros, más específicamente en lo que estos buscan en el otro. En una especie patriarcal como la humana, el macho buscará a una hembra fértil (el concepto de fertilidad se mantiene, sólo el canon estético es el que cambia), que se adhiera al hombre en el sentido de realizar las actividades que permitan al macho hacer las suyas, un apoyo, es decir; busca a una mujer que lo haga sentirse hombre. Esto último se repite a la inversa, la hembra busca un macho que la haga sentirse hembra, pero que también represente la mejor carga genética, esa fuerza de sobrevivencia y sí, también incluye al intelecto. Se tiene la idea de que las primeras humanas buscaban solo al hombre más hábil o más fuerte, sin embargo, la teoría no diría que estamos dejando fuera, y menospreciando el intelecto de estos hombres, que tenían que tener todo lo posible; fuerza, creatividad, intelecto, salud, etc. Se tiende a pensar que los hombres muy “inteligentes” que tienen poca suerte con las damas son victimas de injusticias, y que su valor en conocimientos los cualifica para tener a una dama atractiva, etc. Sin embargo, esto no es más que un concepto superficial aplicado de nuevo, a la inversa; una suerte de discrepancia positiva que no demuestra inteligencia, sino una necesidad de urgencia. Los conocimientos no hacen al intelecto, es la astucia, la audacia, la creatividad lo que lo hace. Es por eso que un hombre astuto con mucha frecuencia también es un hombre que hace reír a las mujeres, y que juega con naipes que son invisibles para ellas, incluso las hacen jugar sin que se den cuenta del juego o de las reglas. Esta astucia natural ha sido regularmente lo que lleva al éxito a un hombre, incluso a veces sin importar que no cumpla con el estereotipo estético de la época. A veces la perfección no está en el físico, sino en lo saludable del mismo. Es así que una mujer probablemente no elija estar con un hombre demasiado alto o musculoso, que difícilmente entre en alguna prenda sin romperla con sus enormes músculos. Es más probable que elijan a alguien de complexión media. Es aquí donde tocamos otro de los puntos a analizar, las proporciones y la generalidad como conquista.
  
    La simetría. Da Vinci buscó la simetría perfecta en el cuerpo y rostro humano. Hay ciertas proporciones que nunca cambian, y que se consideran generales; por ejemplo: que la distancia entre los ojos sea de menos de un tercio del ancho de la cara, que la distancia entre los ojos y la boca sea de poco más de un tercio de la altura de la cara, etc. Si tomamos muestras de rostros masculinos y femeninos de cada país y hacemos un montaje combinando sus facciones imperfectas y no tan simétricas obtenemos la imagen de un individuo que sí tiene estas proporciones “perfectas”. Si hacemos un estudio encuestando a personas del sexo correspondiente para que nos digan si la imagen del rostro genérico generado les parece atractivo nos dirán en su mayoría que sí, pero también encontraremos la expectativa de que sea una persona “aburrida”. La perfección nos atrae, pero al alcanzarla tendemos a despreciarla.

    Volviendo a las polaridades. Entre decenas de comentarios de hombres encima de 30 años, al preguntárseles sobre porque no tuvieron suerte entre los 15 y los 30 con las mujeres, podemos sacar algunas conclusiones, una especie de tratado de la conciencia amorosa femenina que según estos mismos aplica al menos para el 90% de las mujeres: Antes de los treinta, las mujeres escogen; escogen hombres que las hagan vivir emociones porque en esta época todo es circunstancial y emocional para ellas, la lógica y el porvenir no les preocupa. Son meramente instintivas. Pero la polaridad en este tren de pensamiento cambia a partir de los treinta, cuando el macho antes beta, ahora le ofrece a la hembra las necesidades que dejaba de lado antes. El macho antes beta debería haber aprovechado en teoría su fracaso con las mujeres en esa primera etapa preocupándose por mejorar su propia vida y quizás hasta llegando a olvidarse de esa meta de tener a una mujer. Es entonces cuando éstas llegan finalmente a él. Aquí es dónde empieza la era del hombre. Él escoge, el tiene el control, y al final se da cuenta de que no necesita de una mujer para sentirse hombre.

    Hay que dejar claro que no todas las parejas, ni todas las mujeres u hombres pasan por esto al pie de la letra, hay un pequeño porcentaje que está realmente consciente de esto, y no deja el instinto o la tradición les domine los sentimientos; el amor podrá ser una locura pero incluso en la locura hay un poco de razón. 

Por: Martínez, Adrián. Mayo 2012. Extracto de "La termodinámica del eros for dummies".