jueves, 23 de febrero de 2012

Desconocidos.

Señorita Desconocida, llévame a un lugar desconocido, tómanos una fotografía antes de que las luces se apaguen. Cántame una canción antes de que no tenga forma de regresar, tómate un trago conmigo antes de que te vengan a buscar. Tuvieron que pasar siete mil seiscientos sesenta y cinco días desde que respiré por primera vez hasta que respiré los sabores que se escondían en tu sonrisa. En fotografías parecía ideal, en la realidad no deja de ser menos adorable. Tuve que caminar dos mil metros la primera vez que te encontré. Ahora dos mil metros no son nada cuando estás tú al final del camino. Señorita Desconocida, en cada poro erizado de tu piel al rozar su cuello, se esconde un misterio, una historia que has tenido que saltar como un charco cuando caminamos, para poder reconocer lo inesperado, un extraño desconocido como yo. Quizá no te escribo de la manera más correcta, pero me gusta pensar que lo hago de la manera más honesta, y no podría ser más honesto que cuando te digo que me agrada enormemente el regocijo de tu mirada, las formas alargadas que hacen tus pícaros ojos y los brillos que se despliegan frente a mí, como un niño al que le han descubierto una travesura. Me agradas como si fuera yo un perro, a punto de recibir un filete al borde del comedor, moviendo la cola tan fuerte como un látigo y con la lengua fuera de la boca como si un pez rosado estuviera fuera del agua. Como si fuera yo una mosca revoloteando alrededor de una fruta madura y exquisita que alguien olvidó, posándome en ella y disfrutando su néctar para mí, solamente para mí.

Señorita desconocida, tienes la forma de una guitarra, será por eso que siempre que te veo siento el impulso de tocarte, de provocarte algún sonido. Ves mis ojos más claros de lo que yo mismo los veo, será que ves de mí incluso lo que yo mismo no conozco. A veces me parece como si hubiera llegado a una isla desierta, dónde solo tenía que seguir la playa hasta llegar al otro extremo, dónde llegaste tú, pensando exactamente lo mismo, que estabas sola, que siempre serías una desconocida, que estabas varada en la isla de la soledad. Y la verdad es que ahí estaba yo también, no pude escapar de la atracción, como no pude hacerlo de la olas que me trajeron a tu isla. O quizás podría escapar, el punto es que no lo quiero. El punto es que eres inevitablemente desconocida, infinita, y señorita Desconocida, siempre serás esto para mí, siempre señorita siempre desconocida, siempre solamente tu, y no te querría de ninguna otra forma, y al mismo tiempo te querría de cualquier forma, y podría decirte tantas cosas, llenarte libreros de palabras, lienzos de colores, copas de vino y discos de canciones y no sabría como llenar lo que significa quererte, lo que es uno y cada momento, algo desconocido. No quiero ni explicártelo, porque sé que sin decirlo tú ya lo tienes, porque me conociste como un desconocido.

-Adrián Martínez