martes, 21 de enero de 2014

Te escribo; y a veces no sé por qué te escribo.

     Leo mucho, más poesía ahora que otras cosas. Y escribo menos, pero creo que es todo más sustancioso, con más golpes de aquellos que las personas no se guardan cual reflejo de intenciones honestas. Te escribo; y a veces no sé por qué te escribo. Pero los estribos se acomodan y en sus fibras más hondas, coronarias, se apilan respiros de tranquilidad. 

        A veces creo que hay sentidos extras involucrados en los lapsos en los que estamos y no estamos, pero el escepticismo que caracteriza obliga a buscar una explicación para uno mismo sin éxito. 

          Te pienso contenta, como si deambularas ya en algún rincón cosmopolita del mundo, riendo al sol con personas bellas -esas risas que alzan la cabeza y persisten en sonrisas posteriores-. Te pienso caminando de prisa por corredores que se respiran jóvenes e incautos. 

          A veces llegan personas interesantes a ésta ciudad, sí, todavía. Identifico las platicas de voces que se hacen saber claras pero personales y las amistades que parecieran haber estado perdidas en otros planetas y que regresan solo para estudiarnos; ver si hemos evolucionado en algo parecido a ellos. Y es aquello diferente que encontramos guiados por lo que ya hemos conocido lo que maravilla.

        Yo que sé, si te hablo cursilerías o estas bitácoras son pilones de cosas más grandes. Si detrás del existencialismo y la soñaduría se ve algo más que la carne latente y en espera... Mientras tanto leo.

A.M.

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